La pandemia y el pandemonio asociado han desnudado todas las vergüenzas y debilidades que teníamos como comunidad y las ha acelerado. También, las dos graves crisis económicas no han dado tregua en este casi recién comenzado siglo XXI. Y es que es profundamente cierto que hay una democracia de la abundancia económica y hay una democracia de las vacas flacas, que tiene que ver poco con la primera y es justo donde nos encontramos.
La democracia con crisis económica pierde el caudal utópico que sí tiene la democracia de la riqueza bien distribuida. El futuro no es ya, por tanto, lo que era y se entiende perfectamente el desapego democrático, la desafección, el desencanto. Las democracias contemporáneas sufren fatiga de materiales. ¿Se puede uno adherir emocionalmente a un sistema político que no asegura a mucha gente llegar a final de mes? Es evidente, como lo atestigua la historia y el análisis comparado, que una democracia sostenible y de calidad sólo es posible en una sociedad con una clase media extensa e intensa.
El autor hace observar, tras un análisis bien documentado, que la situación actual tiene que ver poco con las ideas clásicas de la soberanía y de la representación.
Se sabe que muchas veces los libros más tristes son aquellos que se leen entre carcajadas. Y viceversa: hay carcajadas que, de tanta ternura, nos contagian de una tristeza suave. Pues bien, tal paradoja es la que preside esta colección de 16 cuentos que, a pesar de transcurrir en metrópolis, o quizá precisamente por ello, tiene por nombre Lo malo de una isla desierta.
Maite Covisa expone una serie de propuestas que las Administraciones Públicas deberían poner en marcha para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Según afirma, e2s necesario que desde la administración se avance hacia una gobernaza inteligente y un gobierno basado en datos. Y para las administraciones públicas supone el cambio de una administración electrónica (aún incompleta desgraciadamente) a una administración digitalizada."
Eloy García lleva a cabo un análisis de la situación y su opinión es que no es constitucional una ley de la Corona. Según él, "implicaría una sustitución constitucional y materialmente entrañaría una mácula en la credibilidad que informa la posición del Rey neutral".